Mis recuerdos son que de niño siempre me gustaba ir
al campo. Me inicié en esta actividad, a la edad de
32 años, cuando la gran mayoría de montañeros
(montañistas) son ya veteranos.
Antes
no se me había presentado la oportunidad, por diversos
motivos. Fue en México, en los volcanes Iztacciuhatl
(5.386m.) y Popocatepetl (5.452m.), donde hice mis primeras
incursiones.
No
tenía ni el más elemental conocimiento sobre
las técnicas del montañismo. Cuando asistí
a la Escuela Nacional de Montaña de México,
para aprender esas técnicas, me di cuenta de las locuras
que había cometido con anterioridad, en compañía
de amigos que estaban en las mismas condiciones que yo.
Desde
San Martín Texmelucan, en el Estado de Puebla, México,
nos íbamos en línea recta, a través de
los bosques de pinos (ocotes), sin camino; guiándonos
por la nieve que veíamos de vez en cuando, en la lejanía
rumbo al "Ixta". No llevábamos ningún
equipo, porque no lo teníamos (morrales, ropa de abrigo,
cantimplora, botas, etc.; prácticamente nada). En las
noches prendíamos algún fuego y nos apretujábamos
unos contra otros, cambiándonos de lugar (los de los
lados se pasaban al centro) para disfrutar de un rato del
mejor temperatura. En la mañana seguíamos muy
temprano. El suelo, congelado, crujía con nuestros
pasos. Las distancias eran mucho más largas de lo que
habíamos calculado. Las primeras veces nunca llegamos
a la nieve, pero insistíamos. Al regreso a casa, con
frecuencia nos perdíamos y llegábamos
a algún poblado diferente. El bosque era muy frondoso,
no había caminos y no portábamos una brújula.
La comida que llevábamos en unas bolsas incomodísimas,
se acababa antes de tiempo. Casi siempre volvía a la
montaña con "nuevos" amigos, porque los primeros
no querían saber nada de tales aventuras y con "semejante"
guía.
Un
gran día: 7 de Octubre de l964. En la madrugada, mi
amigo el Dr. Madrid Gamper, su sobrino Raúl y yo, nos
fuimos al refugio de Tlamacas, en las faldas del Popocatepetl.
El cielo estaba despejado. Hoy lo calificaría como
un día ideal para ir a la cumbre. Al amanecer subimos
hasta Las Cruces, por la ladera de arenas negras. A corta
distancia empezaba la nieve y se veían huellas. Me
parecían como "escalones" y seguí
subiendo...Más arriba vi una cruz y pensé que
era un cambio de inclinación de la ladera. Continué
y...¡Era el borde del cráter! ¡Sorpresa,
estremecimiento y lágrimas de emoción!. Nunca
había visto algo semejante; ni subido a tan alta montaña.
¡Inolvidable recuerdo!. Creo que ese fue el "empujón"
hacia lo que vendría después. Esperé
a mis amigos. El Dr. Madrid estaba en ropa y zapatos de calle,
y Raúl con unas botas sencillas, lo mismo que yo (hoy
las llamaría de trekking). Estábamos asombrados
y admirados. Tomamos fotos. Bajamos "volando". Pies
semi-congelados. Al día siguiente mi cara estaba quemada;
las de mis amigos lo mismo y con ceguera de las nieves. Yo,
de casualidad, había llevado unos lentes para el sol.
Por
algún tiempo seguimos haciendo esas salidas, hasta
que me fui a vivir a México D.F. y entré en
la Escuela Nacional de Montaña. (Garza Galindo, "Corbatín",
era su Presidente), para tomar cursos de Alta Montaña,
Escalada en Roca y Espeleología Deportiva.
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