Expedición al Elbrus 2001
Expedición
al Caucaso
El
pasado mes de Julio estuve en el Elbrus (5.642m.), en el Caucaso,
Rusia
Las
cosas pasaron así:
Uno
a veces piensa en una montaña, y la ve...muy lejos.
Por lo menos a mi sucede. Pareciera que nunca iré a
ella, pero las cosas ocurren. Siempre hay que pensar que “todo
es posible”.
Me
comuniqué con mi amigo Steve y le pregunté como
estaba la situación por el Caucaso. Me envió
una comunicación del Foreign Office (Relaciones Exteriores
Británico), avalada por los USA, donde les recomiendan
a sus ciudadanos no viajar a esa región, a causa de
sabotajes, secuestros de extranjeros, etc. Cerca está
el conflicto Rusia- Chechenia. Por ese motivo no piensa organizar
una expedición para allá
Pero
tres irlandeses (Mike, David y Philip) van a ir. ¿Los
puedo acompañar?. La respuesta es afirmativa. Scott,
un amigo con el que he escalado en diferentes ocasiones, también
irá. Seremos más a repartirnos los “inconvenientes”
que se puedan presentar.
Pienso
que las cosas “hay que hacerlas”. Todo eso forma
parte de mi filosofía. Tenía menos de tres semanas
para prepararme. Los apuros de última hora. Los trámites
para solicitar la visa para Rusia requieren algún tiempo.
Alguien desde allá me tenía que enviar unos
papeles, donde especificara que iba para... subir el Elbrus.
Casi no me llegan a tiempo.
Por
otra parte, sólo dispondríamos de DIEZ días
para llevar a cabo nuestra “excursión”.
Mi visa era del 18 al 28 de Julio. Eso es todo. Muy apretado,
pero... Había que cronometrar bien todos los pasos.
Antes
de seguir con este resumen, quiero agradecer a CONTINENTAL
AIRLINES (mi único patrocinio) las facilidades que
me dio para llegar a Londres- Caracas (lamentablemente no
vuela hasta Moscú).
MOSCÚ
Llego
el 18, en la mañana. Al pasar la aduana –no revisaron
nada—y al salir, veo una dama con un letrero “Mr.
R. Blanco”. Es la esposa de Sergei, nuestro contacto
en Rusia. Al rato llega su hijo, y, en su carro, nos trasladamos
al centro de Moscú, por una super-avenida (creo que
conté cuatro carriles a cada lado). Esta autopista
atraviesa por un frondoso bosque, hasta la entrada de la ciudad.
Mi primera impresión es muy diferente a lo que me imaginaba.
Primero, ¡un calor!. Podría pensar que estaba
en el litoral, en días calurosos. Mucho tráfico
y numerosos carteles, tipo “western”, anunciando
toda clase de... de todo.
En
el hotel me encuentro con Scott. Salimos a caminar...Tenemos
unas horas en la tarde. Mañana nos iremos al aeropuerto,
para volar hacia el sur.
Estamos
relativamente cerca del Kremlin ¿Quién no oyó
hablar del Kremlin, y de tantas historias sobre esa “fortaleza”?.
Moscú tiene lugares muy bonitos y agradables, muy ajenos
a todo aquel ambiente, pero nuestro tiempo era muy corto.
En el hotel nos indicaron, más o menos, por donde era
la dirección. En la calle le preguntamos a una señora...
¡Ah! ¿Krimlin? –así lo pronunció—
y nos señaló el rumbo a seguir. Caminamos como
unos veinte minutos. Algunas avenidas muy anchas, las cruzábamos
por amplios pasos subterráneos, en los que había,
a un lado kioskos de libros, periódicos, refrescos,
dulces, etc., etc. y al otro, unos puestos de frutas.
Los
edificios, de arquitectura variada europea. La que se puede
ver en... cualquier ciudad de Europa. Pasamos frente a edificios
del gobierno, muy grandes y de arquitectura “diferente”.
Se ven hoteles de construcción reciente, de muchos
pisos, de líneas rectas. Parecen cajones. ¡Como
desentonan!.
Alguna
“economía informal”, sobre todo de libros.
La abundancia de estos y la calidad de la ediciones me llamaron
mucho la atención. ¡Lástima no hablar
ruso!
Llegamos
al Kremlin...Está situado en una colina. Ya era tarde,
no se podía entrar. Será en otra ocasión.
En
la renombrada Plaza Roja... “tocamos” el “estrado”
de mármol marrón rojizo, desde donde los “mandamases”
de aquella época presenciaban “aquellos”
famosos desfiles. Vendedores ambulantes nos ofrecían
variados recuerdos de Moscú. Compramos postales. Frente
al Kremlin hay amplios jardines; una espaciosa y bonita fuente,
unos niños la usaban como piscina.
Mucha
gente por las calles. Abundancia de mujeres bonitas. Pasamos
al lado de unos “drogos” adormilados. En todas
partes hay de todo.
Belgrad
Hotel. Una habitación en el piso 12. Está bien,
pero sin aire acondicionado, ¡qué calor!. A lo
lejos se oye el tráfico. Los moscovitas manejan a una
velocidad “endemoniada”. Eso sí, no aprecié
que “tocaran corneta”, por lo menos de una manera
notable.
Día
19
Muy
temprano nos vamos al aeropuerto –vuelos nacionales--.
Mucha gente para viajar. Mientras esperamos para embarcar,
voy a un kiosko donde hay refrescos, etc. Me dirijo a la mujer
que está, como poniendo un poco de orden, y, sin apenas
prestarme atención, me dice algo que, por supuesto
no entiendo; señala a un cartelito que tiene encima
del mostrador y sigue con su tarea. Como ya no me hace caso,
me regreso y le pregunto a Sergei el significado del cartel:
¡Cerrado! ¡Coño, esto si es gracioso!
Volamos
en un Tupolev, hasta Mineralnie Vody (Agua Mineral). Esta
ciudad recibe ese nombre por la abundancia de manantiales.
Dos
horas de vuelo. El cielo está bastante despejado. No
se ven montañas, pero sí las diversas figuras
geométricas, que señalan los campos de sembradíos.
Mineralnie
Vody ha sido objeto de atentados terroristas. Cerca está
el conflicto con Chechenia. Vamos expectantes... Pero, como
dije anteriormente, las cosas hay que hacerlas... cuando se
presenta la oportunidad.
En
el aeropuerto nos espera un microbús. Viajamos por
una amplia carretera. Abundancia de árboles frutales
a ambos lados: manzanas, peras, ciruelas, nueces, etc.. Me
llaman la atención los sembrados de girasoles. Pasamos
varios pequeños pueblos.
Piatigorski,
otra ciudad con problemas de terrorismo. En las afueras hay
mercado. Los pueblos son así, se dedican a sus tareas
habituales... mientras unos cuantos etc., etc., situados en
cómodas oficinas, sin problemas económicos,
mandan al infierno a un montón de... “carne de
cañón”. Si estos “carne de cañón”
ganan algo, por ejemplo, entonces el mérito se lo adjudican
a alguno de esos que permanecieron en sus cómodas oficinas.
La cosa es más o menos así. Después de
algún tiempo, y de horribles sufrimientos de los pueblos,
esos “mandamases” se reúnen, se abrazan...
y aquí no ha pasado nada... hasta más adelante,
que se vuelve a lo mismo.
La
masa es masa, no razona.
Lamento
haberme salido del motivo de este resumen, pero a veces la
mente divaga.
Como
a las dos horas nos acercamos a las montañas y entramos
al Valle Bacan (o Valle de Bacan)., a un bosque donde predominan
los pinos. La carretera va a lo largo del cauce del río
Baksan, el que se origina en los glaciares del Elbrus, y que
cruzamos en varias ocasiones. El valle está a un nivel
medio de 2.000m y tiene un escaso kilómetrode ancho.
Necesitaremos ascender 3.642 m., para llegar a la cumbre de
nuestra montaña. No está mal.
A
ambos lados, las montañas se elevan abruptamente. Por
la derecha hasta los 3.500m., y sus laderas son de hierba
y rocas; por la izquierda se elevan hasta 3.891m., con árboles
hasta los 2.400m; y más arriba glaciares, algunos a
punto de desprenderse. Entre las diferentes laderas, hay profundas
quebradas con cascadas. . Cerrando el valle, las faldas del
Elbrus. Todo un deleita para la vista... y el espíritu.
Nos
instalamos en un pequeño hotel, recién construido,
entre frondosos y altos pinos.
Otros
hoteles (no “voluminosos”) medio regados por el
valle.
Algunas
nubes alternando con cielo despejado
Día
20
El
Elbrus se puede ver desde algunos puntos del valle. Subimos
a un cerro, hasta los 4.300m., para aclimatarnos. En la tarde
cae una ligera llovizna que nos preocupa.
Día
21
Amanece
despejado. Nos trasladamos en carro, hasta la estación
del teleférico, --unos diez minutos-- donde dejamos
los morrales. Alguien se encargará de ellos. Subiremos
caminando, para más aclimatación.
El
teleférico llega hasta una estación a 3.470
m., y desde allí son asientos para esquiadores, hasta
3.800 m. Este lugar, Garbashi, (3.800m.) es un Campo Base.
Hay unas construcciones tubulares ---los “botchki”
(barrel)--, forradas externamente de aluminio. En cada “tubo”
hay cinco literas –dos a cada lado y una frente a un
espacio para cocinar--. Una pequeña “antesala”
sirve para guardar equipo, pero el nuestro lo ponemos al lado
de las literas. Es más cómodo.
Cuando
llegamos, ya nuestros morrales nos esperan.
¡Sorpresa!,
me encuentro con Sharon, una señora que conocí
en el Vinson, Antártida.
Hay
un grupo de diez españoles que mañana va a la
cumbre. Sugiero subir nosotros también. Mis amigos
deciden hacerlo sólo hasta “Las Rocas”
(4.690m.), para más aclimatación. No insisto,
para no ”desentonar”.
Día
22
Vamos
hasta “Las Rocas” (4.690 m.) Pero me preocupa
el clima. Puede cambiar de repente a condiciones árticas.
Scott estuvo allí hacía dos años, y en
el tiempo de que disponían para ir a la cumbre, nadie
lo pudo hacer.
Pasamos
al lado del Refugio Priut II, en el que caben 120 personas.
No lo parece. Tiene forma de dirigible. Había uno,
construido en 1932, que se quemó recientemente. Hasta
hubo heridos. Se ven las ruinas unos 50 m. más arriba.
Muros de piedra, sin techo. Dentro hay tres carpas, entre
restos de maderas calcinadas y otros residuos. Con un tractor
oruga están retirando los escombros. Saliendo desde
aquí, se ahorran dos horas hacia la cumbre.
El
clima sigue estable. Cálido y despejado. Mi pensamiento
y deseo: ¡que dure!.
En
Las Rocas hay dos carpas. Bajan los primeros españoles.
Todos hicieron cumbre.
Los
tres irlandeses deciden descender al valle y pasar allí
un día para “reponerse”.
Nos
quedamos Scott y yo. Nos acompañarán, Volodia
(guía) y Sergei, que se está “probando”,
después de una enfermedad que lo mantuvo hospitalizado
por más de dos meses.
Diá
23.
Suena
el despertador, a las 2:30 a.m.. Nos preparamos.
Desayuno
abundante de leche con pan –me gusta esta combinación--.
Salimos
a las 3:00. El tiempo sigue muy bueno. Alumbrándonos
con nuestras linternas, iniciamos la ascensión con
otro grupo de cinco. Entre ellos va Sharon .
Volodia
abre la marcha, seguido de Scott, yo y Sergei. Toda va bien
hasta Las Rocas. Me paro unos segundos; siento que voy a devolver
mi desayuno. ¡Y ocurre!. Mientras eso pasa, me digo
una serie de barbaridades, por haber desayunado. ¡La
leche! Era “fresca”. No pasteurizada. Además,
¿por qué tengo que comer a esa hora, si no es
mi costumbre?
Scott
y Volodia están más arriba... y siguen hacia
la cumbre
Continúo
unos pasos y, de nuevo vomito. Cinco o seis veces más,
hasta que nada queda en mi estómago.
Empiezo
a temblar de frío y me siento muy débil. Todo
sucede de repente. Sé que tengo hipotérmia y
que estoy deshidratado Saco un anorak y me lo pongo. Sergei
está a mi lado. Hace una brisa muy fría. Me
acuesto, encogido, encima de mi morral, en la nieve. Me siento
muy débil. No quiero moverme. Un cúmulo de pensamientos,
entre ellos el de que me puedo morir... y no me angustio;
ese pensamiento ya lo he tenido en otras ocasiones. A ver
qué pasa. En qué para todo esto. Deseo que salga
el sol. Sergei se apoya contra mí para darme calor.
El
sol sale y logro dejar de temblar, pero sigo muy débil.
Renuncio a la cumbre. Muchos pensamientos .El descenso hasta
el Campo Base fue, como siempre, a fuerza de voluntad, porque
lo único que quería era acostarme.
El
campamento se pierde de vista en varias ocasiones, porque
la ladera de la montaña es escalonada. Se me hizo eterno
llegar abajo.
Me
fui derecho para la litera. Me deshice de todo mi equipo y
me metí en el saco de dormir. No quise saber nada de
comer ni beber. Horas más tarde llegaron Volodia y
Scott; habían echo cumbre.
Recogieron
sus equipos y bajaron al valle. Decidí quedarme arriba.
El único malestar que sentía era mi estómago
“encogido”.
Regresaron
los tres irlandeses. Al atardecer fui a una pequeña
cabaña, al lado de mi “residencia”.
Comí
un pedazo de pollo asado, frío, y un poco de puré.
¡Bien!.
En
el refugio, Mike, David y Philipp, prepararon su equipo. Saldrían
a las tres de la mañana y los acompañaría
Dimitri –guía—.
David
no tenía buenas botas ni crampones. Le prestaría
las mías. Nunca presto equipo, pero...
todos
eran muy buenas gentes.
Día
24
A
las 2:30 a.m. suena el despertador. Empiezan los preparativos.
Sergei dice: vamos Ramón, yo también voy a subir...
si te mueres te enterramos por allá arriba...
Estoy
sorprendido, pues no pensaba en esto. No tengo botas... Inmediatamente,
David me dice que quiere que suba con ellos y me las da.
Desayunan.
No pruebo ni un sorbo de agua.
El
clima sigue impecable. Salimos a las 3:00 --un poco más
tarde--. Esta es la hora “típica”, para
ir a la cumbre del Elbrus. Esta vez vamos en el tractor oruga
hasta el refugio Priut (4.157 m.), a donde llegamos a las
3:45 Llevamos los crampones puestos. Subimos frente a la cumbre
Este. A los 5.400 m. la bordeamos, manteniendo esa altura
hasta llegar al collado que la separa de la Oeste (cumbre
principal). Ese tramo es largo y la ladera bastante inclinada
y muy lisa. Hay que caminar con cuidado. En el collado hay
las ruinas de un pequeño refugio de madera. Alguien
está acampando al lado, en una carpa.
Desde
aquí muchos montañistas suelen ir a la cumbre
Este, por ser más baja y cómoda. La Oeste (principal)
es para “cramponear”, sobre todo la primera parte
desde el collado.
Durante
el ascenso, mis amigos hacen alguna parada para beber y comer
alguna galleta, chocolate, etc. Me abstengo de cualquier alimento:
ni un sorbo de agua. Voy muy bien sin nada.
La
ladera va perdiendo inclinación, y a los 5.600 m. vemos
la cumbre. Hay gente allí. Todavía tenemos que
caminar un rato, pero... ¡cumbre a la 9.25!
Podría
decir que casi no lo puedo creer. Me siento “perfecto”,
como si ayer no hubiera pasado nada. Y feliz, por supuesto.
El cielo sigue despejado. Hay una ligera brisa, que apenas
se siente. El clima soñado para hacer cumbre.
Miro,
a ver si puedo distinguir el Mar Negro. Será aquella
línea horizontal. Las montañas nevadas se ven
hasta esconderse en el horizonte. Hay que nutrirse de aquello.
No hay cansancio. ¡ Coño, y abajo hay guerras!.
Felicitaciones
mutuas, fotos, banderas, banderines. Se mantiene esa tradición.
Sólo
25’ en la cumbre. Todo invita a permanecer más
tiempo, pero tenemos que bajar. Después de bordear
la cumbre Este, me quito los crampones La nieve está
blanda. Hay que tener cuidado en los “escalones”
y en algunas partes donde aflora el hielo.
A
la 1:10 p.m. estamos en el Campo Base. El clima sigue inmejorable.
Vamos a bajar en el teleférico, al valle, a Terskol,
a disfrutar de todas sus comodidades. Meto todo, de cualquier
manera, en el morral.
En
Terskol permanecimos hasta el 27en la mañana. Disfruto
del buen clima, que perdura. Bebo “ingentes” cantidades
de líquido y me doy banquetes de “chanahi“
--una sopa típica, muy sabrosa-- y de “shashlik”
--pinchos de carne o pescado, que los cocinan al aire libre,
“a la vista”--.
Día
27
Salimos
a las 7:10 a.m., en un autobús especial (privado).
También van con nosotros dos daneses y Sharon (los
tres hicieron equipo). Sharon habla casi sin parar... pero
es simpática. En tres horas llegamos al aeropuerto
de Mineralei Body. De allí dos horas de vuelo hasta
Moscú.
Despedidas
y buenos deseos a todos. Sergei vendrá mañana
a buscarme, a las 2:00 p.m..
Día
28.
Quiero
ir al Kremlin... de donde parte tanta historia. Camino las
calles que ya conozco. Hay que hacer cola para conseguir una
entrada. ¡Turismo!. Sigue el calor. Entro y recorro
lugares, recordando mucho de lo que he leído. Todo
está muy cuidado. Amplios jardines y calles entre los
diferentes edificios. Cuando alguien pisa por donde no debe,
hay vigilantes que les llaman la atención. A la mayoría
de los turistas no les importa si destruyen. Les debieran
enseñar a respetar por donde van, pero eso no ocurre.
La gran mayoría no tiene mucha cultura. Lo que interesa
es el dinero que dejan. Mi mente vuelve a divagar.
Camino
por lugares apartados, donde hay árboles. “Descubro”
un manzano; las ramas casi tocan el suelo de lo cargado que
está. Al pasar me agacho y recojo varias manzanas del
césped. Son muy pequeñas. Pruebo una y pienso
que podría llevar algunas para irlas a comer con mis
amigos en el Pico Oriental (esto ocurrió, el domingo
siguiente de haber llegado a Caracas). .
Al
regreso al hotel, al entrar en uno de los pasos subterráneos,
oigo música de Las Estaciones, de Vivaldi. Me sorprende...
y no: estoy en Rusia, donde la música es algo muy importante.
Segundos después veo un grupo de cámara, de
gente muy joven. Aunque voy apurado, me detengo un rato y
los filmo... hasta que terminan. Los quiero saludar uno a
uno. Me resultó muy agradable ver eso. Tienen un estuche
de violín, abierto, donde hay unas monedas. Son estudiantes
de música. Les doy unos cuantos dólares (unos
cuantos).
En
mi colección de música –LPs—tengo
uno cuyo título es “Música Clásica
para los que Odian la Música Clásica”.
Algunos debieran de oírla... quizás...
En
el hotel alcanzo a darme una ducha rápida. Sergei llega
a las 2.00. Muy puntual. ¡Qué cola y qué
calor para llegar al aeropuerto! ¡y cómo se colean
los moscovitas!; ¡aquí somos aprendices! Hay
un carril especial para carros oficiales...--eso funcionaría
en los tiempos stalinianos--.
Resumen:
fueron diez días intensos, pero disfrutados ”lentamente”,
segundo a segundo.
Casi
toma más tiempo ir hacer algún pico en Mérida.
Vuelo
a Londres... Luego dos semanas a Galicia, para ”descansar”
y comer sabroso.
Quise
dar algunos detalles, para cuando alguno quiera ir al Elbrus.
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